martes, 24 de marzo de 2009

Miremos al crucificado.

San Pablo resume su predicación del evangelio de salvación en esta frase: “Nosotros (cristianos) predicamos a Cristo crucificado: sabiduría de Dios y fuerza de Dios” (I Cor. 1, 22-25). “Les presenté claramente a Jesucristo clavado en una cruz” (Gal.3, 1). “No se dejen confundir y seducir para pasarse a otro evangelio, porque otro evangelio no hay”.(Gal. 1, 6-7). Pablo “no puede presumir sino de la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para él y él para el mundo” (Gal. 6, 14). “Estoy crucificado con Cristo y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí...Vivo creyendo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal. 2, 19-20).Pablo pone su “orgullo en la persona de Jesucristo, en lugar de confiar en sí mismo o en sus méritos” (Fil.3, 3).”Nada vale la pena comparándolo con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. POR Él sacrifico todas las cosas; todo lo tengo por estiércol, con tal de ganar a Cristo y vivir unido a Él, obteniendo una salvación que no procede de la Ley sino de la fe en Cristo: salvación obrada por Dios y fundada en la fe…Quiero conocer a Cristo y experimentar el poder de su Resurrección, y compartir con Él sus padecimientos hasta asemejarme a Él en su muerte, para así lograr con Él la Resurrección de entre los muertos” (Fil. 3, 8-11). El Evangelio de San Juan coincide plenamente con lo que Pablo expresa sobre Cristo muerto en Cruz, aunque usa imágenes y otros términos. Desde un comienzo anuncia que “Cristo debe ser levantado en alto, como Moisés levantó la serpiente en el desierto” (Juan 3, 14-15), y que “quien levanta con fe la mirada hacia Él, tendrá salud”. Cuando Jesús pendiendo muerto de la cruz es rematado por la lanza que perfora su costado, se nos recuerda esta palabra de la Escritura (Zac. 12, 10) “Mirarán al que traspasaron” (Juan 19,37). Creo que es muy aclarador el episodio de la serpiente de bronce levantada por Moisés en un asta, y que se relata en Números 21, 4-9. ¿Por qué debió ponerse una serpiente de bronce en un palo, bien visible a los ojos de toda la comunidad?...Era costumbre antiguamente colgar la cabeza de un enemigo vencido o el cuerpo de un criminal ajusticiado de la muralla de la ciudad, como tótem de victoria (ver Judith 14, 11, donde cuelgan la cabeza del terrible Holofernes de la muralla); como testimonio inequívoco de su muerte y derrota; también para dar oportunidad de burlarse del enemigo o bandido que infundía tanto miedo y ahora ya no puede hacer más; seguramente también como signo de escarmiento…. En el desierto murieron muchas personas por las mordidas de las serpientes venenosas, que invadieron el campamento como castigo por las murmuraciones y rebeldía de los Israelitas contra Dios y Moisés. Suplicaron entonces a Moisés que intercediera por el pueblo pecador. Y Moisés logró apaciguar la ira de Dios, que les dio como remedio este consejo: “coloquen una serpiente de bronce en un asta, y todos los que fueron mordidas por las culebras quedarían curados, si miran con fe hacia la serpiente” (Num. 21, 19). La serpiente puesta en alto a la vista de todos significa: ¡miren no más!: la serpiente está muerta, es animal muerto. Ya no se mueve, no le tengan miedo. ¡Mírenla no más! Créanme: ya no tiene ningún poder para dañar, no representa ningún peligro. ¡Mírenla con esa fe y confianza! Cuando Jesús está levantado en alto, en la cruz “atraerá todas las miradas hacia sí” (Juan 12, 32). Juan 19, 5 no deja duda que este Cristo representa a todo el género humano: “He aquí al hombre”.Jesús clavado en cruz representa al “hombre viejo” con sus vicios e inclinaciones desordenadas, de que habla san Pablo. Dios cargó sobre Él toda la maldad del mundo, lo hizo como personificación de todo pecado. “A quien no cometió pecado, Dios lo hizo por nosotros reo de pecado, para que gracias a Él nosotros seamos transformados por Dios en salvados”. (II Cor. 5, 21).Su muerte entre dos bandidos lo simboliza bien (Luc. 22, 37 / 23, 39-43).Sí “Lo contaron entre los malhechores”. Este idea o concepto proviene de Isaías Cap. 53: “No tenía gracia ni belleza, para que nos fijáramos en él; tampoco aspecto atrayente para que lo admiráramos. Fue despreciado y rechazado….Como alguien a quien no se quiere mirar. Sin embargo él llevaba nuestros sufrimientos, soportaba nuestros dolores. Nosotros lo creíamos castigado, herido por Dios y humillado….Pero eran nuestras rebeldías las que los traspasaban, nuestras culpas las que lo trituraban. Sufrió el castigo para nuestro bien, con sus heridas nos sanó….El Señor cargó sobre él todas nuestras culpas y extravíos. Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirieron por los pecados de mi pueblo, lo enterraron entre los malhechores, aunque él no cometió ningún crimen. Mi siervo, el justo, traerá a muchos la salvación, cargando con las culpas de ellos. El cargó con los pecados de muchos e intercedió por los pecadores. Pero por haberse entregado a la muerte y haber compartido la suerte de los pecadores, por eso se le dará un puesto de honor entre los grandes, participará del triunfo de los poderosos”. Sí, Cristo murió por todos. Y esto significa que “todos han muerto” (II Cor. 5, 14).Pero esto trae consigo también, que ahora “han de vivir para Él y no para sí mismos”. Y Viviendo en Cristo son como Él y con Él “una nueva criatura. Lo viejo ha pasado; algo nuevo ha comenzado”. (II Cor. 5, 14-17). Cristo levantado en alto, clavado en cruz proclama: que el hombre viejo con sus pecados está muerto! Verlo así ha de llegar a ser: un mirarlo con fe: que el poder del pecado está quebrado y ya no nos puede tiranizar. Hay que ATREVERSE a mirarlo. Y no actuar como el publicano que fue al templo a orar y no atrevía a levantar los ojos al cielo (Luc. 18, 13). Sí, hemos de atrevernos a mirar al Crucificado, con profunda gratitud y confianza. Sin avergonzarnos. Con total confianza, porque este Hombre derrotado es un Triunfador, que perdona y promete el Paraíso hoy mismo. Con fe grande. Porque tiene su Corazón abierto de donde hace brotar torrentes de sangre y agua, símbolos de la gracia divina de reconciliación y regeneración. Creyendo que el valor inapreciable de su sacrificio es nuestro, porque estábamos incluidos en Él cuando murió. Atreverme a mirar al Crucificado me desafía a confiar en Él: Que realmente mis pecados fueron pagados, y que el pecado ya no me puede dominar. Mirar al Crucificado me compromete a vivir sin pecados, en santidad. El Crucificado fue resucitado al tercer día y puesto en gloria y poder sobre cielo y tierra. Es fuerza y vida nueva Y Él renueva mi vida. Por el bautismo me configuré con Cristo que murió y fue sepultado…Fue sepultado en un sepulcro nuevo, que soy yo. En el mismo momento de soltarme y deponer mi propio afán y autosuficiencia, Él entró en mí, tomó posesión de mí, me integró en su propia Persona como miembro, y empezó a vivir en mí, siendo Señor. Ahora revive su vida en mí. Soy extensión de Cristo, soy otro Cristo vivo en el mundo de hoy. Libre, sin ataduras de pecado; santo, lleno de alegría pascual, de amor y de Espíritu santo. La cruz y la muerte sin la Resurrección no tienen ningún sentido. Es pura absurdidad. Si Cristo no hubiera resucitado seguiríamos inexorablemente perdidos. Y si nuestra esperanza en Él no fuera más allá de esta vida, seríamos los más desdichados y miserables de todos los hombres (I Cor. 15,19) P. Cornelio Fouchier M.S.F.

No hay comentarios: