lunes, 23 de febrero de 2009

Un ejemplo de amor.

Historias de una mística de seis años, contadas por su hermanaAntonietta Meo, conocida como Nennolina, podría ser beatificada.

ROMA, lunes 23 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- En pleno centro de Roma, muy cerca de la basílica de San Juan de Letrán se encuentra la casa donde nació y vivió Antonietta Meo, más conocida como Nennolina. Allí vive Margherita, su hermana mayor quien tiene ahora 87 años.Nennolina fue reconocida como venerable por el Papa Benedicto XVI en diciembre de 2007 y la presentó como modelo de inspiración para los niños (Cf. ZENIT, 20 de diciembre de 2007). Podría ser la beata no mártir más joven de la historia de la Iglesia. Nació en 1930 y murió en 1937, a los seis años y medio, luego de que le fue detectado un osteosarcoma (cáncer óseo) en la rodilla, que una vez le fue amputada la pierna, ya había hecho metástasis en todo el cuerpo.Antonietta, niña muy alegre y profundamente espiritual, ofreció sus dolores, como Jesús en el Calvario, por la conversión de los pecadores, por las almas del purgatorio y por que no estallara la guerra.Fueron muchas las cartas que le escribió a Jesús. Antes de aprender a escribir se las dictaba a María, su mamá; luego las redactaba de su puño y letra. Las últimas las firmaba "Antonietta y Jesús". Detrás de las frases sencillas hay un sorprendente contenido místico y teológico."Jesús, dame la gracia de morir antes de cometer un pecado mortal", decía la pequeña en una de sus cartas.En la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén, la que fue su parroquia, se encuentra su tumba, así como algunas de sus reliquias: sus vestidos, sus juguetes y algunos manuscritos. Allí, Antonietta recibió los sacramentos del bautismo, la confirmación y la primera comunión.ZENIT ha conversado con Margherita Meo, la hermana de la Nennolina. Tenía 15 años, cuando ella murió. Su casa está llena de las fotos y retratos de la hermanita venerable. Esta anciana conserva intactas las historias de su hermana, a quien siempre quiso con particular afecto.Una infancia llena de amorLa infancia de Antonietta fue tranquila y muy feliz. Tenía las ocurrencias típicas de los niños de su edad. En el diario que escribió su mamá, publicado por la asociación Apostolicam Actuositatem, cuenta cómo Nennolina, l pasar junto al Coliseo Romano y le dijo "¡mira! ¡una taza rota!".Por su profunda fe y por la fe de sus padres, la pequeña Antonietta fue inscrita a los 4 años en la sección pequeñitas de la Acción Católica.En octubre de 1934 comenzó a ir a la escuela materna de las hermanas Celadoras del Sagrado Corazón. Le gustaba mucho ir a la escuela. Decía que al obedecer a sus profesoras obedecía también al plan de Dios. Las aventuras con sus compañeros eran divertidas, y al mismo tiempo hablan de su espíritu. "Había un niño que se llamaba Michelino. Siempre lo castigaban y ella le pidió a la maestra que lo perdonara. 'Ve a ver a la directora', le dijo un día la maestra. Y ella fue. La directora se conmovió y lo perdonó", recuerda Margherita.Sufrimiento con sentidoA causa del osteosarcoma, a Nennolina tuvieron que amputarle la pierna izquierda el 25 de abril de 1936. Recuerda Margherita que sus padres sufrieron al pensar cómo sería el dolor de la pequeña. Al despertar Antonietta de la operación, su madre le dijo: "Hija: Tú dijiste que, si Jesús quería tu mano, tú se la darías. Ahora te ha pedido que le des tu pierna" y ella respondió: "le he dado mi pierna a Jesús"."La primera noche tras la amputación fue terrible", testimonia Margherita. "Pero todos sus dolores los ofrecía. Hasta el punto de que, cuando se cumplió un año de esta operación, ella lo celebró muy contenta, porque era un año de ofrecimientos a Jesús".Meses después comenzó a ir a la escuela con una prótesis de madera. En la noche de la Navidad siguiente hizo la primera comunión. "Se arrodilló para recibir la primera comunión y en la segunda y tercera misa de Navidad incluso se arrodilló", cuenta Margherita.A la pequeña le dolía mucho caminar, pero con alegría repetía: "Que cada paso que doy sea una palabra de amor". "Los medicamentos provocaban mucho dolor y ella se ponía pálida, temblaba", testimonia Margherita.El 22 de mayo de 1937 Antonieta tuvo que interrumpir la escuela, debido a que el tumor le había hecho metástasis. Entró en el hospital de San Stefano Rotondo, donde al poco tiempo recibió el sacramento de la Unción de los enfermos. Allí comenzó su agonía durante un mes y medio.Cuenta su madre, en el diario, que muchos iban a visitar a la pequeña y que una de las religiosas enfermeras que la cuidaba le preguntó: "Antonieta, ¿cómo has podido soportar en silencio? Si me lo hubieran hecho a mí, los gritos se hubieran escuchado en San Juan de Letrán".En su última carta antes de morir, Nennolina le escribía a Jesús diciendo: "Yo te doy las gracias porque tú me has mandado esta enfermedad, pues es un medio para llegar al paraíso" (...) te encomiendo a mis padres y a Margherita".Qué es la santidadRecuerda Margherita que la muerte de Antonieta conmovió profundamente a todos los que la conocían: "Sus funerales fueron en la parroquia. El párroco no quería el color negro, porque decía que ella era un ángel. Prefirieron para la liturgia el blanco".La hermana de Antonietta asegura que esta pequeña mística aún continúa convirtiendo muchos corazones. Dice que una tarde un sacerdote amigo suyo le comentó que hace algún tiempo encontró a un feligrés que se había divorciado de su esposa y vivía ahora con otra mujer."El sacerdote tenía en su mano un libro de Antonietta y le aconsejó al señor, que había sido un oficial del ejército, que lo leyera. El señor le respondió escandalizado que él, un alto oficial del ejército, no podía leer la historia de una niña. Al final, por la insistencia del sacerdote, aceptó y tomó el libro. La mañana siguiente el señor oficial se fue a ver al párroco, había leído el libro toda la noche y regresó arrepentido a casa de su familia".La anciana asegura que la vida sencilla y rica de Antonietta es un ejemplo de santidad en las cosas pequeñas: "para mí ser santa es aceptar día tras día lo que Dios quiere y querer a todos los demás, también a las personas que parece que no te aman. Con el amor se pueden superar todos los obstáculos", confiesa.
Por Carmen Elena Villa

lunes, 16 de febrero de 2009

Hasta la última frontera del amor.


*Dios nos da la inmensa fuerza y la inmensa alegría de amar. Pero, ¿realmente usamos esa fuerza y esa alegría? ¿Adónde la aplicamos? Jesús dijo: “Amaos los unos a los otros”… no dijo “amen al mundo”. Nos indicó muy concretamente que amemos a nuestro prójimo, aquí y ahora, a nuestro hermano y a nuestro vecino, a nuestro esposo y a nuestra esposa, a nuestros hijos y a nuestros mayores.*A fin de hacernos más fácil amar a Dios de verdad, Jesús, una y otra vez nos repitió: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. Cuando miramos la Cruz, sabemos cuánto nos amó Él. Cuando estamos frente al Tabernáculo, sabemos cuánto nos sigue amando. Y para “facilitarnos” la entrega de ese amor, nos dijo: “Lo que hagan por el más pequeño de Mis hermanos, lo hacen por Mí”. “Estuve hambriento; estuve desnudo; estuve desamparado…”.*El amor puede ser distorsionado por motivos egoístas. Te amo, pero al mismo tiempo quiero tomar de ti todo lo que pueda, incluso aquellas cosas que no tengo derecho a tomar. En este caso, ya no hay amor verdadero. El amor verdadero duele. Siempre tiene que doler. Debe ser doloroso amar a alguien. Quizá uno incluso deba morir por el ser amado. Cuando la gente se casa, tiene que renunciar a todo para amarse mutuamente. La madre que da a a luz a su hijo, no puede evitar el dolor. Lo mismo vale para la vida religiosa. Para pertenecer totalmente a Dios, tenemos que renunciar a todo. Sólo entonces podremos amar de verdad. ¡La palabra “amor” es a menudo tan mal interpretada, tan mal utilizada!*Mantengamos en nuestros corazones esa alegría de amar a Jesús, y compartámosla con todos los que se nos acercan. Esa alegría que irradiamos es real y verdadera, ya que llevando a Cristo permanentemente con nosotros, no hay motivo para no ser felices. Cristo está en nuestros corazones, en los pobres que encontramos, en la sonrisa que damos y recibimos.*“Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. Estas palabras de Jesús deben ser no sólo nuestra luz, sino una llama que consuma todo el egoísmo que se interpone entre nosotros y nuestro crecimiento en santidad. Jesús nos amó hasta el final, hasta la última frontera del amor, hasta la Cruz. El amor nos tiene que surgir desde adentro – a partir de nuestra unión con Cristo – y ser como si nuestro amor a Dios rebalsara y se extendiese sobre todo cuanto nos rodea. Amar debe ser para nosotros tan normal como vivir y respirar, día tras día, hasta nuestra muerte.***
Beata Madre Teresa de Calcuta, “Amor: Un fruto siempre maduro”

En Lourdes...

Las dos veces que he visitado Lourdes, mi alma se ha sentido feliz. Con una felicidad que sobrepasa todos los límites de lo espiritual y trascendente.
He visitado todo lo ha habido y por haber en la gruta de las apariciones. Incluso un antiguo alumno, que pasa allá sus vacaciones haciendo el bien a la gente como camillero, me ha contado que ha visto con sus propios ojos los milagros maravillosos que hace cada día la Madre de Dios.
Fue el 11 de febrero cuando la Virgen se le apareció a Bernardita, una joven de 14 años en la gruta de Massabielle. Vio una nube dorada y a la Virgen vestida de blanco con un rosario en la mano.
Esta aparición se repitió 18 veces. El 25 de febrero fue cuando la chica escarbó en el suelo y salió un manantial de agua. Le dijo la Virgen que levantaran un templo y que rezara el rosario por los pecadores.
Comenzó a acudir mucha gente. Las autoridades eclesiásticas, comenzando por el párroco, no le daban crédito a la joven.
Era impensable que a su edad y dada su falta de cultura, supiera algo acerca del misterio del dogma de la Inmaculada Concepción, declarado así por el Papa Pío IX en 1854.
El mismo Papa le dio el nombre de Basílica al templo levantado en honor de las apariciones. Estas, por fin, fueron declaradas auténticas y no pura fantasía de una adolescente ignorante.
¿Cuál es la síntesis del mensaje de Lourdes?
En primer lugar, se trata de un acto de gratitud por la definición del dogma, que se había declarado oficialmente cuatro años antes. En segundo lugar, exaltar la pobreza y la humildad, virtudes eminentemente cristianas. En tercer lugar, la importancia de la Cruz como camino para ser feliz aquí y en el más allá. Y en cuarto lugar, la clave para llevar una vida cristiana auténtica, es la oración, sintetizada en el rezo del santo rosario.
Pero lo importante, además de las curaciones físicas, es que todo el mundo sale curado en lo espiritual, siempre y cuando se vaya de buena fe.

P. Felipe Santos.

Benedicto XVI recomienda a los enfermos encomendarse a la Virgen de Lourdes

En la Jornada Mundial del Enfermo
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 11 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI recomendó a los jóvenes, enfermos y recién casados, encomendar su vida a María en el día en que la Iglesia celebraba la fiesta de la Virgen de Lourdes.Al final de la audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI, el pontífice invitó a los chicos y chicas presentes entre los 8.000 peregrinos a encomendarse "siempre a la maternal protección de María para que os ayude a conservar un corazón generoso, disponible y lleno de entusiasmo apostólico".En ese día, en el que la Iglesia también celebraba la Jornada Mundial del Enfermo, el obispo de Roma se dirigió a los enfermos para desearles que "la Virgen de Lourdes, a cuya intercesión acuden con confianza muchos enfermos en el cuerpo y en el espíritu, ponga su mirada de consuelo y esperanza sobre todos vosotros".De este modo, los enfermos podrán recibir apoyo para "cargar con la cruz cotidiana, en íntima unión con la redentora de Cristo"."Que María os acompañe, queridos recién casados, en vuestro camino, para que vuestras familias se conviertan en comunidades de intensa vida espiritual y de testimonio cristiano concreto", concluyó.